Aneto por Coronas. Foto-ruta 20/09/2014
Publicado: 25.09.2014 - 13:49
Hola!
Os dejo la ascensión que hicimos al techo del Pirineo el pasado fin de semana.
De primera categoría.
ANETO: rindiéndole tributo al Rey
Son las siete de la tarde del viernes cuando Juanma y Raúl me recogen a la salida del trabajo para enfilar por carretera hacia el Valle de Benasque. Sin contratiempos y en casi dos horas y cuarto nos presentamos en el albergue en el que hemos reservado.
Mientras cenamos, el chico que regenta el local nos convence para que cambiemos la ruta de ataque. En vez de partir de la Besurta, lo haremos desde Vallibierna, y así, a las cinco de la mañana los despertadores nos anuncian el comienzo de una jornada montañera inolvidable.
Por cierto, la pista de acceso, abierta en esta época, en excelente estado para cualquier vehículo.
Aún no ha amanecido cuando nos ponemos en marcha. La oscuridad es casi total y la luna, en menguante, tampoco contribuye a otra cosa.
Encendemos los frontales y hace frío. Cinco grados que parecen menos ya que el cuerpo todavía está acostumbrado a las bondades del estirado verano. Inversión térmica. Hoy se nota más que nunca.
Nos internamos en el bosque de manera rápida. La necesidad de temperatura y lo amable del terreno nos impulsan como un resorte.
No pasa mucho tiempo cuando nos topamos con los primeros bloques de piedra del día. Son el anuncio de que el ibonet se encuentra cerca. Cuando llegamos a su altura clarea lo suficiente como para medir el reto de verticales paredes que tenemos por delante. Una escueta pradera en su orilla nos permite una tregua, aunque no paramos, falta mucho. Demasiado.

De nuevo la breve vegetación da paso a otro caos de rocas que se supera de manera ágil siguiendo las acertadas marcas de pintura roja que facilitan la progresión.
Apenas hemos rebasado las dos horas de marcha cuando alcanzamos la cubeta del ibón bajo de Coronas. La luz de la mañana ya nos permite empezar a inmortalizar la jornada con garantías.

Reponemos líquidos y pulso mientras le damos conversación a un aburrido militar que está de retén en el campamento que su unidad ha montado en tal idílico lugar. (Curioso emplazamiento para hacer maniobras)
Continuamos camino y en poco más de diez minutos encontramos el Ibón Medio, de dimensiones apreciables, a los pies del Aragüelles. Al fondo vemos nuestro objetivo inmediato, el Collado de Coronas, y a su derecha, altiva y medio escondida, la meta final.




La pendiente que tenemos por delante se levanta de manera considerable. La piedra oscura, la bruma y las nubes altas confieren al entorno un aspecto fiero, amenazador, como salido del imaginario de Tolkien. Escenario en blanco y negro ajeno al mundo de color.

Superar el canchal cuesta, no hay senderos, sólo bloques de piedra y rocas sueltas esperando maliciosamente al tobillo incauto, a la rodilla relajada, aunque con tiento y paciencia se va dejando atrás.
Previo al collado permanece un nevero residual, testimonio triste de lo que antaño fue el glaciar de Coronas.
Nos preparamos para atravesarlo con seguridad y ahí vamos


En la pala final de acceso a la otra vertiente, guardamos trastos y progresamos apoyando las manos. Sin especial dificultad, conviene estar atento a la caída de piedras.
Collado de Coronas. Vistas hacia el norte. He leído por ahí que a esta lámina de agua bajo el glaciar la denominan Ibón Coronado ¿?

Vistas hacia el sur. De ahí venimos

Ya en la norte, a punto de entrar en el glaciar del Aneto

[sigue]
Os dejo la ascensión que hicimos al techo del Pirineo el pasado fin de semana.
De primera categoría.
ANETO: rindiéndole tributo al Rey
Son las siete de la tarde del viernes cuando Juanma y Raúl me recogen a la salida del trabajo para enfilar por carretera hacia el Valle de Benasque. Sin contratiempos y en casi dos horas y cuarto nos presentamos en el albergue en el que hemos reservado.
Mientras cenamos, el chico que regenta el local nos convence para que cambiemos la ruta de ataque. En vez de partir de la Besurta, lo haremos desde Vallibierna, y así, a las cinco de la mañana los despertadores nos anuncian el comienzo de una jornada montañera inolvidable.
Por cierto, la pista de acceso, abierta en esta época, en excelente estado para cualquier vehículo.
Aún no ha amanecido cuando nos ponemos en marcha. La oscuridad es casi total y la luna, en menguante, tampoco contribuye a otra cosa.
Encendemos los frontales y hace frío. Cinco grados que parecen menos ya que el cuerpo todavía está acostumbrado a las bondades del estirado verano. Inversión térmica. Hoy se nota más que nunca.
Nos internamos en el bosque de manera rápida. La necesidad de temperatura y lo amable del terreno nos impulsan como un resorte.
No pasa mucho tiempo cuando nos topamos con los primeros bloques de piedra del día. Son el anuncio de que el ibonet se encuentra cerca. Cuando llegamos a su altura clarea lo suficiente como para medir el reto de verticales paredes que tenemos por delante. Una escueta pradera en su orilla nos permite una tregua, aunque no paramos, falta mucho. Demasiado.

De nuevo la breve vegetación da paso a otro caos de rocas que se supera de manera ágil siguiendo las acertadas marcas de pintura roja que facilitan la progresión.
Apenas hemos rebasado las dos horas de marcha cuando alcanzamos la cubeta del ibón bajo de Coronas. La luz de la mañana ya nos permite empezar a inmortalizar la jornada con garantías.

Reponemos líquidos y pulso mientras le damos conversación a un aburrido militar que está de retén en el campamento que su unidad ha montado en tal idílico lugar. (Curioso emplazamiento para hacer maniobras)
Continuamos camino y en poco más de diez minutos encontramos el Ibón Medio, de dimensiones apreciables, a los pies del Aragüelles. Al fondo vemos nuestro objetivo inmediato, el Collado de Coronas, y a su derecha, altiva y medio escondida, la meta final.




La pendiente que tenemos por delante se levanta de manera considerable. La piedra oscura, la bruma y las nubes altas confieren al entorno un aspecto fiero, amenazador, como salido del imaginario de Tolkien. Escenario en blanco y negro ajeno al mundo de color.

Superar el canchal cuesta, no hay senderos, sólo bloques de piedra y rocas sueltas esperando maliciosamente al tobillo incauto, a la rodilla relajada, aunque con tiento y paciencia se va dejando atrás.
Previo al collado permanece un nevero residual, testimonio triste de lo que antaño fue el glaciar de Coronas.
Nos preparamos para atravesarlo con seguridad y ahí vamos


En la pala final de acceso a la otra vertiente, guardamos trastos y progresamos apoyando las manos. Sin especial dificultad, conviene estar atento a la caída de piedras.
Collado de Coronas. Vistas hacia el norte. He leído por ahí que a esta lámina de agua bajo el glaciar la denominan Ibón Coronado ¿?

Vistas hacia el sur. De ahí venimos

Ya en la norte, a punto de entrar en el glaciar del Aneto

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