En nuestra escapada anual a Jaca, este año nos hemos atrevido a enfrentarnos con Peña Oroel.
La carretera de acceso desde la A-1205 hasta el aparcamiento, donde hay un Restaurante que llaman el Parador, pero que no es un parador, está hecha unos zorros. Llenita de agujeros. Pero bueno, como no había prisa, pues tranquilidad y procurando no romper nada.
Una vez en el campo base, nos vemos rodeados por un grupo de jóvenes bastante numeroso, con guía y todo, que mientras se calzaban las botas y terminaban de prepararse se ambientaron con la música a tope a base de paquito el chocolatero, la macarena y similares.



Objetivo:

Nos calzamos las botas, pillamos las mochilas y los bastones y huimos sendero arriba. Craso error. A los cinco minutos nos apartamos del camino y dejamos pasar a la marabunta para así poder disfrutar de la tranquilidad y ‘’’ruidos’’’ del bosque mientras respiramos boj hasta hartar y disfrutamos del paisaje.

Se trata de un sendero perfectamente acondicionado. Escalones hechos con troncos que hacen más cómodo el ascenso de los 600 metros de desnivel que tenemos que salvar. Lo bueno que tiene es que toda la subida es por bosque. Muchos pinos y abetos que evitan que el sol te machaque.

Nosotros, con bastante tranquilidad, en hora y media alcanzamos el collado.
Más o menos por este punto hay un cruce que permite llegar a la ermita de la Virgen de la Cueva. De momento lo ignoramos. Ya veremos a la vuelta si nos animamos.

A partir de ahí, un paseo de unos 20 minutos nos lleva hasta la cruz.

Ahora toca descansar y relajar

El día claro y sin apenas nubes nos permite disfrutar de los 360º. Hasta el pantano de Yesa nos señaló uno del grupo.





Apalancados allí arriba, sacamos la bota que algún chulo había llenado con un reserva muy rico y nos deleitamos con los habituales embutidos y quesos. Siiii… también nos enfrutamos, que no todo va a ser colesterol.


Un buen rato ahí para paseítos para fisgonear los alrededores, descansar tranquilamente y disfrutar del paisaje.



Ya repuestos, nos lanzamos para abajo también con tranquilidad y sin prisas. En el cruce de la Virgen de la Cueva, decidimos que,… otra vez será. Siempre hay que dejar algo en el tintero para tener que volver.
Cuando nos volvemos a meter en el bosque, comenzamos a contar las curvas del camino. Durante la subida alguien nos comentó que son 33 zig-zags .
Lo intentamos, pero ¿será el reserva del almuerzo? ¿será la edad? Total, que perdimos la cuenta y no podemos confirmar si son los que dicen que son.
En la subida los bastones ayudan, pero en la bajada todavía más. Entre piedras y escalones, mejor bien apoyados intentando no reventar ni rodillas ni caderas, que alguno ya es un poco robocop.
Una vez de vuelta en el aparcamiento, llega el debate.
¿Es mejor quitar la sed con agua o directamente con cervezas? Cada cual elige,… pero con agua previa o no, todos acabamos con un primer cañón en vena y con un segundo cañón trasladado a una de las estupendas mesas de madera que hay en el pinar cercano para rematar las viandas que habían sobrado en el almuerzo.

