Subido a lo alto de una peña, para mejor divisar las excelencias del Lago de Sanabria y sus alrededores, el rosco granítico giró sobre sí mismo y atrapó bajo su peso, y en un hueco, al montañero, que prácticamente desapareció bajo la roca. «Quedó con la cabeza para abajo y con todo su cuerpo enterrado; a excepción de la parte inferior de las piernas y una mano», pero, por suerte, no recibió de lleno el gran peso de la gran piedra.
Ocurrió el suceso en el pago conocido como "Pico Boubela", en la vertiente sur del Lago de Sanabria, cerca de la Laguna de Carros.
Fue el propio compañero del siniestrado, C. A., de 72 años, quien en la desesperación de los hechos, y ante la imposibilidad de comunicar por teléfono móvil con el Servicio de Asistencia 112 u organismo alguno (en gran parte de la sierra no hay cobertura), descendió hasta donde había dejado el todoterreno, en el pago conocido como "Regueracanal", y se allegó hasta el pueblo de Sotillo para dar el aviso. Eran, entonces, las tres de la tarde.
Rápidamente cuatro personas, J. M. C., J. S. R (médico de profesión) y dos cuñados de éste, cogieron una palanca de hierro, una cuerda, una azada «y cuanto se nos ocurrió», y regresaron hacia el Pico Boubela, primero en
Al ser una zona de muchos peñascales resultaba difícil la localización y lo consiguieron cuando el compañero del accidentado, que no podía seguir el acelerado ritmo de los vecinos, llegó por fin arriba y les indicó el lugar.
«Lo vimos imposible, y la primera impresión nuestra fue desistir» afirma uno de los rescatadores. Se daba el caso, además, de que al llamar al inmovilizado éste no oía porque el audífono se le había escapado de la oreja. Pero el médico, viendo «por las palpitaciones» el estado crítico del enterrado -merced a que asomaban las extremidades- decidió que lo mejor era intervenir sin demora. Así, «con mucho esfuerzo e imaginación, intentamos quitar la piedra por todos los medios, consiguiéndolo a base de ir calzándola, hasta lograr volcarla. Luego sacamos al hombre a rastras y con mucha suerte. Estaba consciente, aunque muerto de frío y tembloroso». Fue media hora de trabajo intenso y cuidadoso. R. S. fue colocado sobre una piedra, como los lagartos, para que recuperara la temperatura con el calor del sol.
Media hora después llegaron dos efectivos del Parque de Bomberos de El Puente, que portaban una cantimplora de agua, una cuerda y «un equipo básico». «Llegaron muy diligentes» y prestos a todo. A continuación llegaron al lugar efectivos de la Guardia Civil sin mayor equipo. Tres horas después del aviso apareció el helicóptero, que no tuvo problemas para el aterrizaje debido a que la zona presenta buenas campas.
Por lo abrupto del terreno el accidentado fue evacuado en un helicóptero de la Guardia Civil, con base en León, destinado a transportar miembros del Grupo de Rescate de Montaña, que se hicieron cargo del herido; procediendo a practicarle los primeros auxilios junto con los efectivos de Puebla de Sanabria. Seguidamente se transportó al senderista al centro de salud de la citada villa, según informan fuentes de la Guardia Civil. El herido, con un pie roto, se negó a ir al hospital de Zamora y pugnó hasta conseguir el traslado al centro de Benavente, a donde acudió en el vehículo de su compañero de andanzas.
Uno de los rescatadores de Sotillo no deja de expresar su sorpresa porque «las operaciones de rescate tengan que realizarla cuatro pelados de pueblo», y critica los escasos medios con los que se mueven Bomberos y la Guardia Civil, en contraposición a cómo se manejan en el Servicio de Medio Ambiente. También expresa su sorpresa por la tardanza en aparecer el helicóptero. «Es una vergüenza porque es algo que llueve sobre mojado» expresó.
«Hicimos el rescate con el riesgo de ocasionar daños y basándonos siempre en las indicaciones del médico. Sentimos una gran satisfacción por lo que hicimos y estamos encantados de ayudar».
Los vecinos de Sotillo respondieron el sábado con toda solvencia, además con los estómagos vacíos porque el avisó les llegó cuando se disponían a ponerse a la mesa. Uno dejó la comida puesta en casa y los otros dos, que tenían la comida encargada en "Los Rochi", se bebieron ese día los vientos de la sierra para llegar a tiempo a la operación de rescate.
