El sábado, después de darle muchas vueltas a la meteo durante todas la semana, decidimos subir a Ordesa a echar el día.
Nada más llegar a la pradera el otoño ya se empieza a percibir tanto en la magnitud del lugar como en los pequeños detalles:

La idea era sorprender con una ruta para crear afición a los amigos que nos acompañaban y que se estrenaban por primera vez en el Parque, así que la propuesta era subir por cazadores para llegar a la Cola de Caballo por la Faja Pelay y regresar por el valle. Como la nieve que había caído durante la semana en la faja se había transformado en hielo, desistimos de intentarlo y buscamos otra alternativa allí mismo.
Las paredes soleadas estaban limpias salvo en cotas muy altas, así que enfilamos hacia Cotatuero.
El bosque en esta parte es denso y umbrío, además de poco concurrido:

No tardamos en llegar al torrente que se desploma del circo, con un extraordinario caudal en estas fechas:

El juego de luces y sombras del hayedo nos sigue regalando la vista:

Y tras la progresiva subida nos plantamos en la base de la Cascada de Cotatuero. El estruendo es ensordecedor:

Cruzamos por el puente y el sendero se empina un poco hasta que se alcanza la Faja Canarellos, impresionante mirador de las Cutas, los paredones del Gallinero y el Tozal del Cebollar:




El sendero poco a poco va perdiendo altura y desemboca en el corazón del Bosque de las Hayas que nos recibe con la tupida alfombra que lenta pero inexorablemente va tejiendo el otoño:

En apenas media hora más nos acercamos a las Gradas de Soaso decoradas con detalles de vida en ocre y rojos:



Superadas las Gradas, un viejo amigo nos recibe a la entrada de Soaso. Hacía días que no lo veía tan bonito:

Recorremos el valle maravillados por la cantidad de torrenteras que se descuelgan por todos los lados y llegamos hasta la joya que esconde la rinconada de Soaso.
Cola de Caballo en Cinemascope, Alta definición y Arco Iris. Toma ya!!! Alucinante:

Echamos el bocata y como estamos inquietos, nos comemos de postre las Clavijas para ver el valle con mayor perspectiva:


La tarde va estirando las sombras y eso nos obliga a emprender el regreso muy a nuestro pesar.
Más detalles del bosque:



Disfrutando en el hayedo:

Pasada la cascada de la cueva nos detenemos a ver cómo se apagan las últimas luces del día sobre el Gallinero:

La noche se va adueñando del Parque cuando cruzamos el Arazas junto al aparcamiento. Todo se envuelve con un halo de misterio. La fragante humedad es la respiración profunda de un Ordesa que se adormece en silencio.
Tranquilo, impasible, inmortal

Un saludo