Un Paseo Por ORDESA...parte 1.
Publicado: 27.10.2011 - 20:27
Hay veces cuando uno lee determinados libros, especialmente de viajes, que a menudo el narrador describe esa pequeña libreta en la que anota las sensaciones de un momento concreto, probablemente irrepetible, para no olvidarlo y hacérnoslo llegar tal y como se produjo. Unos lo consiguen, otros lo intentan. Al escribir esta pequeña crónica me vienen a la mente varios momentos en los que eché en falta esa pequeña libreta en la que expresar, con pocas palabras, lo que sentía en ese momento y que ahora, apenas unos días después soy incapaz de reproducir, y por supuesto, expresar adecuadamente. Sólo recuerdo la sensación acuciante de pararme a describir ese momento que hacía mucho no sentía, ese momento que, una vez pasado, pierde su magia y su encanto y para el que tres palabras en una libreta son suficiente vestigio para el que luego quiere y puede recordar.
El novato ha vuelto. De un tiempo a esta parte come huevos y ya entiende el significado de la expresión tantas veces oída…me da vergüenza poner aquí siquiera una reseña de las rutas, al lado de tipos como los que describen sus hazañas y que, a su vez, se sienten insiginificantes al lado de los grandes, pero quiero enseñaros lo que he podido captar, de rutas tantas veces realizadas por otros y que a pesar de todo, tienen un encanto único que hacen que recorreras sea descubrir nuevos parajes y paisajes, siempre cambiantes. Les doy el enfoque de un dominguero que, como yo, recurre a la cámara para traer fotos lo suficientemente imperfectas como para que tenga que volver en años venideros…mientras lo hace sueña con la instantánea mágica que no llega…
Hemos pasado una semana en Pirineos, huyendo del estrés, la monotonía y las jornadas laborales de catorce horas y lo hemos conseguido (unos con más acierto que otros). Esta que os presento es la cara de la felicidad casi plena…de la familia tras varios días en el campo…

El viaje es largo pero la moza, como sabe bien a dónde va ni protesta. Se traga siete horas de coche sin decir esta boca es mía. Llegamos a media tarde de un sábado de otoño con reminiscencias veraniegas y al fondo, a través de las magníficas vistas de la casa rural se vislumbra un paisaje que causa sensación a las seguidoras, fieles a la par que envidiosas, del tuiter de Marta (alias la porteadora). ¡¡¡Ah se siente!!!
El domingo me escapo temprano a mi primera toma de contacto, me he traído trabajo así que sólo puedo aprovechar un rato de mi Ordesa (en el fondo un pedazo de esa zona me pertenece) que aún no luce las mejores galas pero que, aún así, impresiona:

Las luces no son las mejores, echo en falta alguna nube y nieblas otoñales pero no se puede tener todo. Me adentro un rato y descubro que han adaptado un tramo del sendero para personas de movilidad reducida, lo celebro pensando en que mi niña lo estrenará pronto…

El camino es fácil, la senda marcada y pronto llego a los primeros saltos de agua, eso sí, con muy poco agua. La sequía se adueña del entorno…me entretengo haciendo alguna fotillo y vuelvo al redil…toca curro atrasado, tenía que estar acabado el viernes (eso siempre me ha dado oportunidad para acabarlo, como ahora, el fin de semana).

Por
la tarde le muestro a mis chicas mi entorno favorito y veo, no sin orgullo paternal, que la pequeña demuestra aptitudes…

El lunes tenemos una visita programada al circo de Gavarnie, Añisclo lo conocemos y Pineta se ha programado para más adelante. Habíamos pensado que el recorrido iba a ser menor pero se nos hizo eterno…y dado que subir andando a la brecha para asomarnos al lado francés era inviable (por mí, que no por las chicas) hicimos un recorrido por unos paisajes soberbios pero en nada parecidos a los del lado español. No recomendamos el viaje, demasiado coche para tan poco fruto:




Entre unas cosas y otras pasamos el día, nos comimos un peazo bocata de jamón en Francia, cumplimos escrupulosamente la tradición de enviar una postal a mis niñas (sin que hasta que lleguen a su destino conozcan el contenido) y marchamos a España…
El día siguiente tenía prevista mi primera rutilla de prueba, un recorrido fácil por el GR-11, desde Bujaruelo hasta una distancia tal que esté a la hora de comer en casa…Madrugón del quince, estreno mi nuevo frontal y pruebo a andar…
Al final el madrugón fue del 9, (me quedé dormido), pero aún así la ruta estuvo bien.

Bujaruelo me recibe silencioso, apenas un par de montañeros se preparan, los miro caminar cargados con mochilas y sacos con cierta envidia y empiezo el paseíllo por Bujaruelo, valle adelante. La ruta se puede hacer por ambos valles, el de Otal, por el trazado del GR-11, o por Ordiso, por el GRM9, existiendo incluso una ruta que comunica ambos valles (al menos en invierno, ahora supongo que también y que se hace cómoda y disfrutona para unas raquetas de nieve).

Las luces, de nuevo, no acompañan. La ausencia del programado madrugón arruina la mitad de las fotos previstas así que marcho deprisa o eso creo yo hasta que cuatro fieras me adelantan y pienso, iluso, que los 15 kg de carga en la espalda son escusa suficiente para no sentirme acomplejado.

Al poco, dos grupos de guardias civiles de montaña me adelantan en sus todoterrenos, pertrechados como para subir al Everest charlan con una chica visiblemente nerviosa. Al rato, un helicóptero los recoge para llevarlos montaña arriba…

Me paro en una pequeña ventana al valle, saco los más que usados pertrechos y empiezo a disparar…llevo varios años haciendo fotos y todavía no tengo visión fotográfica. Otros con estos paisajes hubieran hecho obras maestras. Me limito a traerme alguna postal, soy un caso perdido…



El camino se adentra poco a poco en el bosque, se oye e intuye un río de aguas agitadas al fondo pero la luz, la pendiente y el bosque no permiten a alguien como yo explayarse. En breve llegamos a una cancela que determina el final de la pista forestal y nos encontramos con un embarcadero (así los llaman en mi tierra). A partir de aquí dos sendas, la propia del GR-11 de frente (a la izquierda en la foto) o la que conduce, con suerte, al valle de Ordiso.

Sigo el Gr-11 un rato con la esperanza de ver marmotas. Es un animal al que tengo ganas y del que me temo se haya metido a dormir hasta el año que viene. Alternamos rocas con bosques de pino y abeto muy abiertos. El camino es fácil, sin dificultades:
Vista hacia adelante:

Y hacia atrás:

La senda es monótona y cómoda, sin dificultad ninguna.



Uno camina prácticamente solo, salvo algún compañero que me sirve para dimensionar el lugar.

Hago al final algo más de 10 kilómetros y me doy la vuelta, me encuentro francamente bien, mejor de lo que pensaba. Tengo que comer con las mozas…A la vuelta como tengo tiempo me entretengo en algún rincón agradable, de esos que inspirarían a más de uno…¡¡¡lástima no tener libreta…!!!

El novato ha vuelto. De un tiempo a esta parte come huevos y ya entiende el significado de la expresión tantas veces oída…me da vergüenza poner aquí siquiera una reseña de las rutas, al lado de tipos como los que describen sus hazañas y que, a su vez, se sienten insiginificantes al lado de los grandes, pero quiero enseñaros lo que he podido captar, de rutas tantas veces realizadas por otros y que a pesar de todo, tienen un encanto único que hacen que recorreras sea descubrir nuevos parajes y paisajes, siempre cambiantes. Les doy el enfoque de un dominguero que, como yo, recurre a la cámara para traer fotos lo suficientemente imperfectas como para que tenga que volver en años venideros…mientras lo hace sueña con la instantánea mágica que no llega…
Hemos pasado una semana en Pirineos, huyendo del estrés, la monotonía y las jornadas laborales de catorce horas y lo hemos conseguido (unos con más acierto que otros). Esta que os presento es la cara de la felicidad casi plena…de la familia tras varios días en el campo…

El viaje es largo pero la moza, como sabe bien a dónde va ni protesta. Se traga siete horas de coche sin decir esta boca es mía. Llegamos a media tarde de un sábado de otoño con reminiscencias veraniegas y al fondo, a través de las magníficas vistas de la casa rural se vislumbra un paisaje que causa sensación a las seguidoras, fieles a la par que envidiosas, del tuiter de Marta (alias la porteadora). ¡¡¡Ah se siente!!!
El domingo me escapo temprano a mi primera toma de contacto, me he traído trabajo así que sólo puedo aprovechar un rato de mi Ordesa (en el fondo un pedazo de esa zona me pertenece) que aún no luce las mejores galas pero que, aún así, impresiona:

Las luces no son las mejores, echo en falta alguna nube y nieblas otoñales pero no se puede tener todo. Me adentro un rato y descubro que han adaptado un tramo del sendero para personas de movilidad reducida, lo celebro pensando en que mi niña lo estrenará pronto…

El camino es fácil, la senda marcada y pronto llego a los primeros saltos de agua, eso sí, con muy poco agua. La sequía se adueña del entorno…me entretengo haciendo alguna fotillo y vuelvo al redil…toca curro atrasado, tenía que estar acabado el viernes (eso siempre me ha dado oportunidad para acabarlo, como ahora, el fin de semana).

Por la tarde le muestro a mis chicas mi entorno favorito y veo, no sin orgullo paternal, que la pequeña demuestra aptitudes…

El lunes tenemos una visita programada al circo de Gavarnie, Añisclo lo conocemos y Pineta se ha programado para más adelante. Habíamos pensado que el recorrido iba a ser menor pero se nos hizo eterno…y dado que subir andando a la brecha para asomarnos al lado francés era inviable (por mí, que no por las chicas) hicimos un recorrido por unos paisajes soberbios pero en nada parecidos a los del lado español. No recomendamos el viaje, demasiado coche para tan poco fruto:




Entre unas cosas y otras pasamos el día, nos comimos un peazo bocata de jamón en Francia, cumplimos escrupulosamente la tradición de enviar una postal a mis niñas (sin que hasta que lleguen a su destino conozcan el contenido) y marchamos a España…
El día siguiente tenía prevista mi primera rutilla de prueba, un recorrido fácil por el GR-11, desde Bujaruelo hasta una distancia tal que esté a la hora de comer en casa…Madrugón del quince, estreno mi nuevo frontal y pruebo a andar…
Al final el madrugón fue del 9, (me quedé dormido), pero aún así la ruta estuvo bien.

Bujaruelo me recibe silencioso, apenas un par de montañeros se preparan, los miro caminar cargados con mochilas y sacos con cierta envidia y empiezo el paseíllo por Bujaruelo, valle adelante. La ruta se puede hacer por ambos valles, el de Otal, por el trazado del GR-11, o por Ordiso, por el GRM9, existiendo incluso una ruta que comunica ambos valles (al menos en invierno, ahora supongo que también y que se hace cómoda y disfrutona para unas raquetas de nieve).

Las luces, de nuevo, no acompañan. La ausencia del programado madrugón arruina la mitad de las fotos previstas así que marcho deprisa o eso creo yo hasta que cuatro fieras me adelantan y pienso, iluso, que los 15 kg de carga en la espalda son escusa suficiente para no sentirme acomplejado.

Al poco, dos grupos de guardias civiles de montaña me adelantan en sus todoterrenos, pertrechados como para subir al Everest charlan con una chica visiblemente nerviosa. Al rato, un helicóptero los recoge para llevarlos montaña arriba…

Me paro en una pequeña ventana al valle, saco los más que usados pertrechos y empiezo a disparar…llevo varios años haciendo fotos y todavía no tengo visión fotográfica. Otros con estos paisajes hubieran hecho obras maestras. Me limito a traerme alguna postal, soy un caso perdido…



El camino se adentra poco a poco en el bosque, se oye e intuye un río de aguas agitadas al fondo pero la luz, la pendiente y el bosque no permiten a alguien como yo explayarse. En breve llegamos a una cancela que determina el final de la pista forestal y nos encontramos con un embarcadero (así los llaman en mi tierra). A partir de aquí dos sendas, la propia del GR-11 de frente (a la izquierda en la foto) o la que conduce, con suerte, al valle de Ordiso.

Sigo el Gr-11 un rato con la esperanza de ver marmotas. Es un animal al que tengo ganas y del que me temo se haya metido a dormir hasta el año que viene. Alternamos rocas con bosques de pino y abeto muy abiertos. El camino es fácil, sin dificultades:
Vista hacia adelante:

Y hacia atrás:

La senda es monótona y cómoda, sin dificultad ninguna.



Uno camina prácticamente solo, salvo algún compañero que me sirve para dimensionar el lugar.

Hago al final algo más de 10 kilómetros y me doy la vuelta, me encuentro francamente bien, mejor de lo que pensaba. Tengo que comer con las mozas…A la vuelta como tengo tiempo me entretengo en algún rincón agradable, de esos que inspirarían a más de uno…¡¡¡lástima no tener libreta…!!!
