Es curioso como sólo le prestamos atención al cambio de hoja en los hayedos y, sin embargo, los viñedos también se ponen radiantes en esta época.
Recuerdo en concreto hace unos años en Aguarón, pegado a Cariñena, una comida de campo un domingo por estas fechas en que mientras los demás dormitaban tras la costillada, me acerqué a un cerrillo que sobresalía entre los campos y me quedé con la boca abierta de los colores que se veían por debajo con el Moncayo como telón de fondo... Indescriptible.
No llevaba la cámara encima y aún tengo pendiente regresar por allí...
Tengo que dejar de trabajar... me quita mucho tiempo libre....