Me Pido Estar Entre Montañas Para Reyes
Publicado: 10.01.2012 - 19:10
(Tan solo quería compartir con vosotros mis sensaciones de este finde)
Deseos, ilusiones, anhelos... son otros de los regalos que se pueden pedir a ese trio de reyes que cada año aparece por estas fechas, no quiero nada material, a grandes rasgos ya tengo lo que necesito, por eso mis deseos y mi mejor regalo es poder disfrutar de esas grandes compañeras, incondicionales, a veces crueles y la mayor parte generosas, que son mis queridas montañas. Un año más, he podido disfrutar de ellas.
Cierto es que según va avanzando el año son muchos los momentos vividos en ellas pero la salida a primeros de enero es especial, por ser una bonita manera de comenzar un nuevo año, renovando pensamientos y alegrando el alma, cogiendo fuerzas para lo que tenga que venir, pero también influye que es una fecha marcada en el calendario por la falta de 2 personas queridas y que allí arriba las siento más cerca.
Estamos llegando, la carretera tiene algo de hielo pero no demasiado, la temperatura es demasiado alta para la fecha en la que nos encontramos. Los robles que bordean la carretera aún mantienen algunas de las hojas dándole un toque otoñal a este invierno extraño. El cielo amanece con toques rosados y apenas nubes, miro por la ventanilla, como una niña ilusionada con ver su regalo en la mañana de reyes y veo las cumbres blancas, esperandome, he pasado la noche dando vueltas en la cama deseosa de encontrarme con ellas y ahí están, al alcance de mi mano.
Al llegar al aparcamiento me calzo las botas y me pongo la mochila, esa mochila con lo necesario para pasar un par de días y con algo que aligera la carga, ilusión. Con agradable conversación nos vamos adentrando en esa ruta marcada en el mapa días atrás, a cada paso los sueños se van haciendo realidad.
Estoy bien acompañada, y a la vez estoy sola, me encanta esa sensación, soy yo la que se enfrenta a cada paso, la que tiene que solventar los pequeños o grandes problemas que se presentan en el camino, con el apoyo de mi gente que está a mi lado, pero fortaleciendome porque soy yo la que ha de seguir. En la montaña, como en la vida, es uno mismo quien debe enfrentarse al destino, cada paso supone un avance, cada obstáculo un modo de superación, de fortaleza una vez superado, cada sensación allí me impregna de un halo de tranquilidad, satisfacción y felicidad.
Escucho el crujir del hielo bajo mis pies, mis crampones agarran bien, me aportan seguridad, esa que tal vez en algunos momentos falta pero que ahora si tengo. Subo por una pendiente helada, parece que me dirijo hacia el sol, el blanco de la nieve se une al azul del cielo y los rayos de sol hacen que el hielo brille. En muchos momentos da la sensación de estar en un mundo alternativo, diferente, como en esas películas en las que atraviesas una puerta y te encuentras con un mundo irreal.
También hay momentos duros, surgen dificultades que a veces cuesta salvar, pero he ahí la esencia de la vida, esa dualidad entre lo bueno y lo malo, la cara y la cruz de todo lo que vivimos. En esta ocasión, bajando por una canal de roca y hielo, una roca suelta hace que pierda el equilibrio y caiga, por suerte me freno enseguida, no me he puesto nerviosa, tan solo he de sacar mi pie de entre unas piedras y aguantar el dolor que una de ellas me ha producido al chocar contra mi rodilla. Podía haber sido peor, pero me incorporo y sigo bajando con aún más cuidado. Esto me ha hecho refrescar ideas que ya sabía, nunca des por hecho nada, habrás conseguido tu objetivo cuando estés descansando y pensando en él... abajo.
Otro de los hechos que me doy cuenta es que estoy rodeada de personas que están dispuestas a ayudarme de manera incondicional y sin pensanserlo, tras escasos segundos de mi caida ya tenia a mi lado a un muy buen amigo, en la montaña aún se dan gestos de generosidad hacia los demás, a veces perdidos en nuestros mundos "civilizados".
El día ha sido intenso, paisajes impresionantes que quedan guardados en mi retina, momentos de tensión y otros de risas, aprendizaje constante y la satisfacción de estar donde quiero estar.
La noche se cierne sobre nosotros, estamos solos, salgo fuera del chozo, la luna casi llena ilumina todo mi alrededor, veo las montañas nevadas por donde pasé horas atrás, la laguna helada que tengo a mis pies y a través de la ventana del chozo la luz anaranjada del fuego que tenemos en la chimenea. Tan solo el sonido del agua de una fuente cercana. Me acuerdo de personas cercanas a las que les gustaría vivir ese momento y sentir lo que yo siento. No necesito más, es el mejor regalo de reyes que podía tener.
Deseos, ilusiones, anhelos... son otros de los regalos que se pueden pedir a ese trio de reyes que cada año aparece por estas fechas, no quiero nada material, a grandes rasgos ya tengo lo que necesito, por eso mis deseos y mi mejor regalo es poder disfrutar de esas grandes compañeras, incondicionales, a veces crueles y la mayor parte generosas, que son mis queridas montañas. Un año más, he podido disfrutar de ellas.
Cierto es que según va avanzando el año son muchos los momentos vividos en ellas pero la salida a primeros de enero es especial, por ser una bonita manera de comenzar un nuevo año, renovando pensamientos y alegrando el alma, cogiendo fuerzas para lo que tenga que venir, pero también influye que es una fecha marcada en el calendario por la falta de 2 personas queridas y que allí arriba las siento más cerca.
Estamos llegando, la carretera tiene algo de hielo pero no demasiado, la temperatura es demasiado alta para la fecha en la que nos encontramos. Los robles que bordean la carretera aún mantienen algunas de las hojas dándole un toque otoñal a este invierno extraño. El cielo amanece con toques rosados y apenas nubes, miro por la ventanilla, como una niña ilusionada con ver su regalo en la mañana de reyes y veo las cumbres blancas, esperandome, he pasado la noche dando vueltas en la cama deseosa de encontrarme con ellas y ahí están, al alcance de mi mano.
Al llegar al aparcamiento me calzo las botas y me pongo la mochila, esa mochila con lo necesario para pasar un par de días y con algo que aligera la carga, ilusión. Con agradable conversación nos vamos adentrando en esa ruta marcada en el mapa días atrás, a cada paso los sueños se van haciendo realidad.
Estoy bien acompañada, y a la vez estoy sola, me encanta esa sensación, soy yo la que se enfrenta a cada paso, la que tiene que solventar los pequeños o grandes problemas que se presentan en el camino, con el apoyo de mi gente que está a mi lado, pero fortaleciendome porque soy yo la que ha de seguir. En la montaña, como en la vida, es uno mismo quien debe enfrentarse al destino, cada paso supone un avance, cada obstáculo un modo de superación, de fortaleza una vez superado, cada sensación allí me impregna de un halo de tranquilidad, satisfacción y felicidad.
Escucho el crujir del hielo bajo mis pies, mis crampones agarran bien, me aportan seguridad, esa que tal vez en algunos momentos falta pero que ahora si tengo. Subo por una pendiente helada, parece que me dirijo hacia el sol, el blanco de la nieve se une al azul del cielo y los rayos de sol hacen que el hielo brille. En muchos momentos da la sensación de estar en un mundo alternativo, diferente, como en esas películas en las que atraviesas una puerta y te encuentras con un mundo irreal.
También hay momentos duros, surgen dificultades que a veces cuesta salvar, pero he ahí la esencia de la vida, esa dualidad entre lo bueno y lo malo, la cara y la cruz de todo lo que vivimos. En esta ocasión, bajando por una canal de roca y hielo, una roca suelta hace que pierda el equilibrio y caiga, por suerte me freno enseguida, no me he puesto nerviosa, tan solo he de sacar mi pie de entre unas piedras y aguantar el dolor que una de ellas me ha producido al chocar contra mi rodilla. Podía haber sido peor, pero me incorporo y sigo bajando con aún más cuidado. Esto me ha hecho refrescar ideas que ya sabía, nunca des por hecho nada, habrás conseguido tu objetivo cuando estés descansando y pensando en él... abajo.
Otro de los hechos que me doy cuenta es que estoy rodeada de personas que están dispuestas a ayudarme de manera incondicional y sin pensanserlo, tras escasos segundos de mi caida ya tenia a mi lado a un muy buen amigo, en la montaña aún se dan gestos de generosidad hacia los demás, a veces perdidos en nuestros mundos "civilizados".
El día ha sido intenso, paisajes impresionantes que quedan guardados en mi retina, momentos de tensión y otros de risas, aprendizaje constante y la satisfacción de estar donde quiero estar.
La noche se cierne sobre nosotros, estamos solos, salgo fuera del chozo, la luna casi llena ilumina todo mi alrededor, veo las montañas nevadas por donde pasé horas atrás, la laguna helada que tengo a mis pies y a través de la ventana del chozo la luz anaranjada del fuego que tenemos en la chimenea. Tan solo el sonido del agua de una fuente cercana. Me acuerdo de personas cercanas a las que les gustaría vivir ese momento y sentir lo que yo siento. No necesito más, es el mejor regalo de reyes que podía tener.