Nos hemos juntado una buena panda, hasta 19; además de los más o menos habituales del foro, se apuntó mi hijo Jaime, con su amigo Mario y el padre de este, Ángel.
A las 10 de la mañana, con puntualidad suiza, estábamos toda la tropa en el Corral de las Mulas, tal como habíamos quedado. Tras los saludos y presentaciones, llegaron las dudas; nos había caído un buen aguacero por el camino y seguía lloviendo. Tras un rato de discusión, decidimos dejar las tiendas en el

Foto del pelotón en la línea de salida

El camino hasta el parking de Anayet lo hacemos por asfalto; al principio, los pequeños se quedan rezagados, pero fue para despistar; al rato, Jaime se paró a echar un pis, le esperé y, cuando terminó me dijo "oye, que me voy con Mario". Y apenas le volví a ver hasta que llegamos al llano de los ibones

Un descanso para reagruparnos...

Ya en el llano de los ibones, nos recibe un nuevo chaparrón acompañado de rayos, truenos y centellas. Nuevamente nos planteamos bajar, pero tras la tempestad llegó la calma; quedó una tarde preciosa y pudimos plantar el campamento.

No podía faltar el mítico bocata de Moonking

En el ibón inferior; Moonking, a la caza del Midi y Nacho... ¿qué coño hace Nacho?

Imagino que algo así:

El Midi d'Ossau, grandioso, tras el asentamiento forero. ¡Callejeeroooos...!

El Pico Anayet; los más animados (Sonia, Mariela, María, Alberto, Joalgaar, ferrormigon y no recuerdo si alguno más) están de camino:

Los de la sección perezosa nos damos una vuelta por el llano de los ibones. Y viene uno de los momentos cruciales del día; al acercarnos a un nevero, veo con horror un montón de latas de cerveza abandonadas:

Me pongo a despotricar sobre lo guarros que son algunos cuando me percato de un curioso detalle:

¡¡Coño, que están sin abrir!! Al no haber nadie por los alrededores, pensamos que deben ser de un numeroso grupo que nos cruzamos por la mañana y que salieron zumbando en la última tormenta. Pero no nos decidimos y seguimos rodeando el ibón hasta volver al asentamiento. De camino, paramos para admirar la grandiosidad de la Canal Roya, por donde debemos descender mañana.

Por esas zetas bajaremos, siempre siguiendo el trazado del GR-11:

Brutal:

Las nubes nos respetan, no parece que tengan ganas de cruzar la frontera:


Ya todos juntos, sólo hay un tema de conversación: las cervezas. Después de darle muchas vueltas, se envía un comando con la misión de recuperarlas para la causa. Pero cuando llegan... ¡ya no hay nada! Misterios de la montaña... ¿o sería una alucinación?

El caso es que nos quedamos compuestos y sin cerveza pero, eso sí, con un buen vino cortesía de Alfonso. Entre tanto, la luna, casi llena, hace su aparición:

Pero se escondió y no volvimos a saber de ella. Ahora el espectáculo era otro, el de un atardecer maravilloso:





Los críos, que no dejaron de disfrutar en todo el día, también supieron apreciar la belleza de ese momento.

La verdad es que estábamos cansados. Los madrugones, los muchos kilómetros, la carga de las mochilas a las que algunos no estábamos acostumbrados... unos por una cosa y otros por otra, no tardamos en irnos a dormir. Y tengo que decir que yo dormí como un ceporro, prácticamente de un tirón hasta las 7. Con este panorama me levanté:

Yo quería haber subido con los críos al Vértice, asequible y sencillo para ellos, pero no se animaron; Nacho y Larry se atrevieron con el Pico, acompañados de unos cuantos que repitieron cima. Cuando les vimos descender del collado rojo, Ángel, los niños y yo salimos a su encuentro con intención de iniciar nosotros por delante la bajada a Canal Roya, pero no llegamos a cruzarnos. Así que comenzamos un cómodo y precioso descenso a nuestra bola:

El Anayet, tan distinto en su cara Norte:

En una hora más o menos estamos en el fondo del valle, viendo descender al resto del grupo. Intentábamos ir despacio para unirnos al grupo, pero los peques pusieron la directa y nos llevaron con la lengua fuera hasta el pequeño refugio de Canal Roya, donde paramos a almorzar.


Tras el almuerzo, nos damos cuenta de que vamos muy mal de hora, así que unos cuantos salimos zumbando para coger uno de los coches que quedaron en el aparcamiento a la entrada del valle y traer los que quedaron en Formigal. El viaje de ida y vuelta es de algo más de 2 horas, así que llegamos al restaurante con casi una hora de retraso, a las 4 de la tarde. A mi se me caía la cara de vergüenza, pero la dueña nos aseguró que le habíamos hecho un favor llegando tarde (tenía mucho jaleo hasta esa hora), lo que me dejó más tranquilo. Comimos muy bien (al menos yo sí) y, como muestra, valgan los restos de este jarretico que me supo a gloria bendita:

Parte del grupo durante la comida

Estos se lo seguían pasando estupandamente:

Y

Tengo que decir que he disfrutado como un enano. Y os puedo asegurar lo mismo de Ángel (que ni tiene móvil, ni correo electrónico, ni internet, ni falta que le hace, así que no esperéis verle en el foro). Y lo mismo los críos, que se han quedado con ganas de más. Seguro que se apuntan a la próxima.
Gracias a todos por el grandísimo fin de semana que nos habéis hecho pasar.













