Os dejo unas fotejos del pasado sábado cuando subimos desde Torla a los Miradores del Molar.
Para empezar la ruta, una vez superado el túnel de Torla, a unos 300 metros a mano derecha sale la pista asfaltada que baja al cauce del Ara y lo salva gracias al Puente de Santa Ana.
Aparcamos en este punto, metros antes del cámping.
El camino comienza por pista al principio (la de Torla – Nerín) para enseguida ir recortándola por senda bien indicada con carteles, hitos o marcas de PR.
A pesar de que el sendero salva buen desnivel, se sube de manera cómoda.
La orientación Sur-Este de la ladera por la que ascendemos permite que el sol, que ya va ganando altura de forma rápida, nos haga sudar más de lo previsto.
El día es extraordinario. Sin viento ni nubes. Llegaremos a 21 grados en este extraño mes de marzo


Poco pasa de 1 hora cuando el bosquete se abre y nos topamos con la ermita de Santa Ana y las bordas de Diazas. Desde este punto ya se ve la cara sur de las Cutas y el corte horizontal de la pista que llega hasta Nerín.
Hacemos una breve parada para cambiar de vestuario (sobra todo), un trago y retomamos el camino que se vuelve más frondoso gracias a la aparición de algunas hayas despistadas y pinos de buen porte.
Esta parte la disfrutamos especialmente ya que el suelo aún conserva nieve que a pesar de la umbría está perfecta para pisar. Los juegos de luces y sombras, el silencio más absoluto y la nieve virgen constituyen un regalo. Las únicas huellas que vemos son de sarrio y de pequeños mamíferos que no sabemos identificar. ¿Habrá subido alguien por este bosque en lo que llevamos de año?


Nos orientamos en él gracias a las marcas de pintura amarillas y blancas hasta que el camino nos deposita ya definitivamente en la pista forestal, muy cerca de la cortada de Ordesa.
La grandiosidad de lo que nos aguarda delante se intuye entre los tupidos pinos negros, únicos supervivientes a estas alturas. Punta Escuzana nos recibe.

Aprovechamos la imaginaria vía de tren que ha dejado algún vehículo todo terreno en días anteriores para avanzar rápidamente por la huella del neumático. De no ser así, el palmo de nieve calentada por el sol obligaba a raquetas (que al final cargamos de más)


El reloj marca casi 2´20h desde que empezamos a andar cuando el Cilindro de Marboré y el Perdido se muestran a través de esta caprichosa ventana.

(sigue)


















