Dos días y medio por los Pirineos (IV): Aguas Tuertas
Publicado: 19.10.2007 - 11:39
Desde la selva de Oza, subimos con el
por la pista de Guarrinza hasta la barrera, a 1360 m. de altitud. Allí empieza una corta ascensión que, unos 250 metros y media hora más tarde, deja en el sorprendente paraje de Aguas Tuertas.
Por el camino, encontramos las cascadas por las que las aguas del Aragón Subordán caen al valle de Guarrinza. Se nota la lluvia de los días anteriores:

Vista del valle. A mi me parece un sitio precioso. Se trata de un valle de origen glaciar, casi llano, donde el agua tiene que retorcerse en grandes meandros para encontrar el camino de bajada:

La zona es rica en monumentos megalíticos. Vamos a buscar un poco...

¡Premio! El dolmen de Aguas Tuertas:

¿No es una maravilla?

Otra
más. Al fondo se adivina un poco de nieve.

El lugar invita a detenerse un rato, con calma. En esta época, siendo un día de diario, es un lugar tranquilo y solitario. Pero, por desgracia, hay que volver. Durante la bajada, disfrutamos del colorido otoñal:

Todos los colores del otoño reunidos en un solo árbol:

Por las laderas de piedra rojiza se deslizan pequeñas cascadas:

La cosa se pone un poco negra y aceleramos el paso. Aún nos queda una mañana que aprovechar. A la salida de la Selva de Oza nos despedimos del majestuoso Castillo de Acher, ya casi cubierto por las nubes:

Y en marcha hacia el albergue de Canfranc, atravesando los valles de Jasa, Aísa y Borau, en busca del siguiente destino.

Por el camino, encontramos las cascadas por las que las aguas del Aragón Subordán caen al valle de Guarrinza. Se nota la lluvia de los días anteriores:

Vista del valle. A mi me parece un sitio precioso. Se trata de un valle de origen glaciar, casi llano, donde el agua tiene que retorcerse en grandes meandros para encontrar el camino de bajada:

La zona es rica en monumentos megalíticos. Vamos a buscar un poco...

¡Premio! El dolmen de Aguas Tuertas:

¿No es una maravilla?

Otra


El lugar invita a detenerse un rato, con calma. En esta época, siendo un día de diario, es un lugar tranquilo y solitario. Pero, por desgracia, hay que volver. Durante la bajada, disfrutamos del colorido otoñal:

Todos los colores del otoño reunidos en un solo árbol:

Por las laderas de piedra rojiza se deslizan pequeñas cascadas:

La cosa se pone un poco negra y aceleramos el paso. Aún nos queda una mañana que aprovechar. A la salida de la Selva de Oza nos despedimos del majestuoso Castillo de Acher, ya casi cubierto por las nubes:

Y en marcha hacia el albergue de Canfranc, atravesando los valles de Jasa, Aísa y Borau, en busca del siguiente destino.