Ordesa y Monte Perdido. Sector Pineta.

El espectáculo majestuoso de las paredes de Pineta sobre los doce kilómetros de recorrido del valle, como el gran paisaje, en pantalla panorámica y el mejor tecnicolor. Abetos y hayas conformando el gran bosque de la umbría. Prados en contraste con la glera del río. Estratos, fajas y pisos superpuestos, muy verticales como queriendo impresionar. El río baja caudaloso, lavando gravas. El largo espolón del Macizo lanza hacia el oriente, Tres Marías, Puntas Verdes, Montinier, y que conforma un espléndido valle, ancho, profundo, húmedo, bien adornado de vegetación y abundante de fauna.
En la umbría muros estriados, de abstracciones geométricas, donde los estratos se apilan de forma que quiere parecer desorden. En la solana, bosques, praderas y hombreras, de formas mucho más suaves y apacibles. Exponentes de respeto, en los frontones de cierre. La atmósfera más limpia, como si se respirara ya en plena montaña; el frescor repentino de las umbrías, la vegetación y la roca adelantan facetas de ese cuadro mágico pirenaico que hará eclosión metros más arriba.
Circos de Pineta y Lalarri, vértices septentrionales del Parque Nacional. La vista se levanta procurando encontrar un patrón adecuado con el que medir desniveles, pendientes picos y acantilados. El agua ejerce también de co-protagonista y salva los incomparables desniveles de salto en salto, bellas cascadas que animan el paisaje. El Cinca y sus barrancos afluentes juegan a fabricar un gran río y, diabluras de juventud, se permiten incluso esconderlo, en un gran tramo, entre gravas. Santuario de la Virgen de Pineta, humilde ermita.
Y el panorama geológico por excelencia de la vertiente Norte de las Tres Sorores, dos mil metros de desnivel donde las fuerzas naturales y los siglos parecen haber dejado su radiografía o libro de historia. Lección de geología, con su mosaico variopinto de crestas, aristas, brechas, farallones, acantilados y barrancos. Imponente oleaje de ese océano petrificado, estático, de luces y sombras, picos y hondonadas. Laberinto de piedra y roca, extrañamente bello en su propia desnudez, con fajas en gradiente diseminadas sabiamente, como posadas geológicas de un largo camino donde reponer fuerzas. El especialista puede descifrar, a libro abierto, el jeroglífico de los depósitos entremezclados que han construido este conjunto excepcional de capas sedimentarias superpuestas, donde las areniscas rojas y abigarradas se mezclan a los resaltes grises de los calcáreos.
Las Tres Marías, con su perfil simétrico y regular, cierran la vista por el Sur y recortan sus siluetas en la altura, empequeñecidas por las grandes moles terminales de la Punta de las Olas, Ramond, Perdido y Cilindro. Al Norte, Astazú, Pico de Pineta, Forcarral y el Pico de la Capilla, que hace de mojón término del Parque, hacen equilibrios en plena frontera, delimitan el altiplano de Marboré, se ufanan de ser, dentro de las zonas de Parque, las únicas en recoger materiales primarios del Pirineo Axil.
El altiplano de Marboré, a los pies de los gigantes del Macizo, recoge morrenas y da vida al río Cinca, junto al ibón helado. Auténtica poesía de la desolación. Un paisaje impresionante pone el contrapunto a la serena belleza del ibón y a sus aguas quietas y transparentes que hace calco del entorno.
En Pineta predomina, en primer lugar, el plano alejado, majestuoso conjunto de cumbres y ondulaciones que, para destacarse unas de otras, se miran de vez en cuando en el abismo. A continuación se aprende a descender de lo infinitamente grande a los diversos elementos que lo componen, a los primeros planos cortados, a las líneas escalonadas, a los inagotables matices de tono y de luz de la roca, la vegetación o el cielo. En Pineta impresiona al espectador el aspecto cuantitativo del espectáculo.

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ORDESA Y MONTE PERDIDO
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