La configuración del terreno, un gran corte profundo, que forma la garganta de Escuaín, la composición caliza y naturaleza kárstica del suelo y el carácter torrencial de la hidrología ponen las condiciones para la formación de gargantas y barrancos.
Muy típicos los barrancos kársticos en la cuenca del Yaga como elementos integrantes del paisaje. Los barrancos son producto de la erosión física producida por el agua de lluvia o fusión con carácter torrencial. En un terreno calcáreo, muy horadado por la red hídrica subterránea típica del karst, estas agresiones, rápidas y fuertes, moldean un paisaje en el que predominan fondos de valle y barrancos muy verticales.
En la cuenca del Yaga aparecen por su orilla derecha los barrancos de las Fuentes del Yaga, el Payó, Carcil, Forcallo, Lugar y Fuente, de menor entidad que los de su orilla izquierda, barrancos de Gurrundué, Garganta, Angonés, Consusa, Bucherbuala y Trasito, que bajan de las alturas de la solana, con longitud y apreciable desnivel.

Su recorrido, exige conocimiento y técnica, además de material adecuado, y es un vivo ejemplo de las formas de erosión, con marmitas, canales estrechos, corredores pulidos, pozas y cascadas. Estrechez, altos paredones, una escalera de resaltes que confieren estética y espectacularidad. Piedras incrustadas, troncos empotrados, la vegetación que pone su toque de color, el juego fascinante de los saltos de agua. En general, unos trayectos, mezcla de lo insólito, peculiar, inquietante y emotivo.
Los límites del territorio del Parque por su zona oriental coinciden con el término de la Garganta de Escuaín y el labio oriental del circo de la Sarra. Figuran, por tanto, dentro del Parque Nacional todos los mencionados, menos Conclusa, Bucherbuala y Trasito. El Plan Rector de Uso y Gestión, prohibe el descenso de barrancos. De los tres mencionados, el más interesante es el Concusa, tanto en su parte superior como en la inferior.